Hemos viajado nuevamente a Egipto, con la ilusión de nuestra primera vez, porque el patrimonio histórico que alberga es tan inmenso que nunca te va a dejar de sorprender. Y así pasó con Abu Simbel, a pesar del madrugón, el largo viaje y las hordas de turistas, cuando te encuentras delante de la icónica fachada del Templo de Ramsés II, enmudeces y sobran las palabras, por un momento, te evades de todo lo que te rodea y te sientes trasladado al Antiguo Egipto, protagonista de alguno de los relieves grabados en su interior.