En nuestro recorrido por Transilvania, desde la ventanilla del tren descubrimos una naturaleza serena de llanuras verdes que por momentos se volvía más accidentada según nos acercábamos a los Cárpatos, salpicada de pequeñas aldeas en las que las escenas rurales se repetían, caballos y vacas pastando en las praderas y rebaños de ovejas guiados por su pastor, mientras en el campo los campesinos se afanaban en trabajar la tierra de forma totalmente manual, estampas cotidianas que bien podían protagonizar una postal. Transilvania, tiene fortalezas e iglesias y sus pueblos conservan bellas ciudadelas que encierran en sus murallas un casco histórico medieval, con un entramado de calles empedradas que se distribuyen en torno a la plaza central que concentra iglesias, ayuntamiento y palacios. Pero Transilvania siempre estará ligada al nombre de Drácula, inspirado en la figura de Vlad Tepes, el príncipe de Valaquia que habitó estas tierras y pasó fugazmente por el mítico castillo de Bran.
Nuestro viaje comenzó en Cluj Napoca, más modesta que sus vecinas, pero que ofrece a sus visitantes un cuidado casco antiguo, por el que callejear y perderse por alguna de sus callejuelas o simplemente sentarse en alguna de las numerosas terrazas. Un poco más alejado del centro se encuentra la bella explanada que concentra la Catedral ortodoxa y el Teatro Nacional, rodeado de elegantes edificios y donde se celebra un interesante y variado mercado tradicional digno de ser visitado.
Sighisoara, Patrimonio de la Humanidad, fundada en el siglo XII, es la ciudad natal de Vlad Tepes y su figura está presente en la visita a su encantadora ciudadela medieval, protegida por sus bastiones y encerrada entre sus murallas que alberga un entramado de calles empedradas y medievales que serpentean hacia la parte alta, entre torres, casas y pasadizos cubiertos. La sensación de pasear por la noche en solitario por su fortaleza medieval es única e inolvidable.
Brasov, concentra en su plaza Sfatului, un bello y señorial casco histórico presidido por el Ayuntamiento y enmarcado por la silueta de la Torre del Reloj de la vecina Iglesia Negra, símbolo de la ciudad. A pocos metros se encuentran los bastiones que protegían la ciudad y que conservan su bella estructura interior de madera, como la Puerta de Santa Catalina
Y si Transilvania tiene fortalezas e iglesias, ambas se unen en las iglesias fortificadas. A escasos Kilómetros de Brasov se encuentra la Iglesia Fortificada de Prejmer, Patrimonio de la Humanidad, sus fuertes muros encierran en su interior una iglesia y 220 habitaciones que servían de refugio a los campesinos en caso de asedio.
A pocos kilómetros de Brasov, se encuentra Sinaia, la perla de los Cárpatos, enclavada en un bello paraje natural y rodeada por una bufanda de abetos, que alberga el Monasterio, con bellas pinturas murales y el Castillo de Peles, antigua residencia real de verano, su hermoso exterior encierra un interior lujoso, en el que la madera y las vidrieras son protagonistas.
Nuestro viaje termina en Sibiu, nos recibe con un bello casco histórico, Patrimonio de la Humanidad, distribuido en torno a tres plazas, conectadas entre sí por pasadizos y callejuelas, en ellas se agolpan palacios, iglesias y casas señoriales, desde las buhardillas de sus tejados sus ojos te observan, mientras paseas camino del bello Puente de las Mentiras, que une la parte alta de la ciudad con la baja, pero lo mejor es perderse por sus calles e imbuirse de la esencia transilvana.
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